¿Qué es lo que diferencia a un robot de un ser humano? Bueno, uno podría arriesgar una respuesta al tuntún. En lo que a mí respecta, podría decir que la diferencia es que uno está creado para la realización de tareas a bajo costo y sin límite horario, fácil de arreglar o reponer, con gran utilidad en, por ejemplo, la industria del entretenimiento, la farmacéutica, la automotriz; capaz de generar grandes ganancias, de funcionamiento automático y poco mantenimiento. El otro es una máquina.
En el caso de McG, al parecer tuvo la necesidad de gastar millones de dólares en la realización de una película para responder tal interrogante. No deja de ser una respuesta al tuntún, pero con efectos especiales cuyo costo podría resolverme 4 o 5 vidas y una campaña publicitaria que podría venderle una heladera a un esquimal (con un costo aún mayor). Tanto derroche monetario, debo admitir, me da de lleno en los testículos, y cuando a ese derroche se le suma un guión inexistente y una puesta en escena diseñada, sospecho, por un discípulo de Enrique Carreras, no me queda otra que tomarme las partes y gritar "Rodolfo Ledo conducción" desde las alturas de una banqueta en algún oscuro cineclub.
Terminator Salvation, nombre de este maravilloso ensayo sobre el hombre y el robot, la vida y la muerte, la mecánica automotriz y la incidencia de la gravedad en un helicóptero con serios problemas de identidad, arranca con un condenado a muerte visitado por la mujer de Tim Burton, quien lo convence de donar su cuerpo para la investigación científica. El tipo accede, le come la boca, y es ejecutado por inyección letal ante un pintoresco grupo de funcionarios. Corte y a otra cosa, vamos al futuro, donde nos encontramos con John Connor -Christian Bale- que conduce a un grupo de uniformados a las entrañas de una base de Skynet (ente que controla y produce las máquinas, siendo él mismo una máquina), donde encuentran los planos de un nuevo modelo (en otras palabras, Schwarzenegger) y a varias decenas de prisioneros. Johnny quiere rescatarlos y su superior lo saca cagando, mandándolo a la superficie a ver como está todo. Nuestro héroe sale al exterior, resopla un poco, y en ese preciso instante todo explota, con la repentina aparición de un par de robots de espíritu combativo. Tole tole infernal. Connorín trata de escapar en helicóptero, pero lo bajan de un hondazo y tiene que enfrentarse mano a mano con un sujeto de metal un poco oxidado, al que revienta con una ametralladora a 10 cms de distancia. Un sacado. Triunfa y se vuelve al rancho, a gamba. Caída ya la noche, de las mismas entrañas que habíamos visto estallar previamente, sale nuestro condenado a muerte predilecto, en pelotas y a los gritos. Sí. Guau.
A partir de acá la trama se divide en dos maravillosas fábulas. Por un lado la desopilante “John Connor y el General Sorete”, que narra las desventuras de nuestro querido héroe para evitar que su alopécico superior reduzca a minúsculos restos humeantes a los miles de prisioneros de los maleantes mecánicos; con la actuación especial de Bryce Dallas Howard como Kate Connor, y un ruido blanco flashero en el papel de La frecuencia que te para en seco cualquier máquina que se acerque. Debo aclarar que el calvo general (Michael Ironside) no los quiere reventar de puro gusto nomás, sino que, mejor dicho, le cierran 1000 o 2000 muertos con tal de destruir a las traicioneras máquinas.
Por el otro, “El condenado, el niño de cobre, la negrita de pocas palabras y la rebelde que se parte al medio”, también conocida como “Ay ay ay ¿eso es sangre o bardahl?”, con la participación especial de Jane Alexander como la Vieja raptada en medio de una oración y Roberto, la animación computarizada, como el Robot gigantesco que hace un ruido infernal con las patas, excepto cuando llega a algún lado, para que el público se sorprenda cuando aparece. Aquí, el deadmanwalking se hace amigo del papá de John Connor (adolescente aún) y una negrita que no habla, hasta que un grupo de máquinas atrapa a las jóvenes promesas y se los lleva para la cucha. Nuestro ejecutado protagonista conoce entonces a una rebelde (altamente manoseable), que entre uno que otro histeriqueo y un coreografiado pugilato con 4 pandilleros locos, se enamora de él y lo lleva a la guarida de John Connor. Ya en la entrada del refugio rebelde, al resucitadito se le pegan unas minas magnéticas a las gambas y le revientan medio cuerpo.
En fin ¿que nos dice esto? El ex convicto es ahora un robot que ignora serlo, oh impresionante giro, oh deslumbrante as en la manga. La rebelde hot lo ayuda a escapar, porque el resto le quiere pegar una buena biava. Connor lo alcanza, y cuando lo tiene ahí, ahí mismo, decide dejarlo libre para que lo ayude a liberar a su futuro padre (dato que maneja gracias a un par de cassettes que su madre le ha dejado, presumimos, para quemarle el coco forever).
Momentos finales: Skynet hace cagar al pelado y el resto de la cúpula rebelde rastreando la frecuencia que los humanos usaban para frenar a los robots. Connor y el humano-robot llegan a la central de Skynet, pelean con Shwarzenegger, liberan al papá de Connor, escapan y hacen volar a la mierda las instalaciones de la mafia electromecánica. Pero, pero, JC recibe una herida zarpada en el pecho, y ya está viendo a la mismísima Parca en calzoncillos. El robot-humano le regala entonces su corazón, salvando a Connor, la humanidad, su honor y, sobre todo, a la franquicia, en un solo gesto de altruismo lacrimógeno.
Reflexión última de JC (en el post operatorio): “Lo que diferencia a un hombre de una máquina es que lo fuerte que late su corazón”. Plano final, títulos, y a la bolsa. Grupo de guionistas chocan porrones y encienden una enorme pipa de crack, mientras buscan el número de alguna puta vip recomendada. McG, mientras tanto, se limpia el culo con un billete de U$S 100, y se pide una grande con tutti a La Continental, que, como todos sabemos, es un signo inequívoco de status y ausencia total de principios morales. Faltan nomás Coscia y Maharbitz para completar el álbum de figuritas, canjeable por un jugoso crédito para filmar “Pan Triste vs. Terminator”, y gastar un poco más de plata en metros de película al pedo...
Por el otro, “El condenado, el niño de cobre, la negrita de pocas palabras y la rebelde que se parte al medio”, también conocida como “Ay ay ay ¿eso es sangre o bardahl?”, con la participación especial de Jane Alexander como la Vieja raptada en medio de una oración y Roberto, la animación computarizada, como el Robot gigantesco que hace un ruido infernal con las patas, excepto cuando llega a algún lado, para que el público se sorprenda cuando aparece. Aquí, el deadmanwalking se hace amigo del papá de John Connor (adolescente aún) y una negrita que no habla, hasta que un grupo de máquinas atrapa a las jóvenes promesas y se los lleva para la cucha. Nuestro ejecutado protagonista conoce entonces a una rebelde (altamente manoseable), que entre uno que otro histeriqueo y un coreografiado pugilato con 4 pandilleros locos, se enamora de él y lo lleva a la guarida de John Connor. Ya en la entrada del refugio rebelde, al resucitadito se le pegan unas minas magnéticas a las gambas y le revientan medio cuerpo.
En fin ¿que nos dice esto? El ex convicto es ahora un robot que ignora serlo, oh impresionante giro, oh deslumbrante as en la manga. La rebelde hot lo ayuda a escapar, porque el resto le quiere pegar una buena biava. Connor lo alcanza, y cuando lo tiene ahí, ahí mismo, decide dejarlo libre para que lo ayude a liberar a su futuro padre (dato que maneja gracias a un par de cassettes que su madre le ha dejado, presumimos, para quemarle el coco forever).
Momentos finales: Skynet hace cagar al pelado y el resto de la cúpula rebelde rastreando la frecuencia que los humanos usaban para frenar a los robots. Connor y el humano-robot llegan a la central de Skynet, pelean con Shwarzenegger, liberan al papá de Connor, escapan y hacen volar a la mierda las instalaciones de la mafia electromecánica. Pero, pero, JC recibe una herida zarpada en el pecho, y ya está viendo a la mismísima Parca en calzoncillos. El robot-humano le regala entonces su corazón, salvando a Connor, la humanidad, su honor y, sobre todo, a la franquicia, en un solo gesto de altruismo lacrimógeno.
Reflexión última de JC (en el post operatorio): “Lo que diferencia a un hombre de una máquina es que lo fuerte que late su corazón”. Plano final, títulos, y a la bolsa. Grupo de guionistas chocan porrones y encienden una enorme pipa de crack, mientras buscan el número de alguna puta vip recomendada. McG, mientras tanto, se limpia el culo con un billete de U$S 100, y se pide una grande con tutti a La Continental, que, como todos sabemos, es un signo inequívoco de status y ausencia total de principios morales. Faltan nomás Coscia y Maharbitz para completar el álbum de figuritas, canjeable por un jugoso crédito para filmar “Pan Triste vs. Terminator”, y gastar un poco más de plata en metros de película al pedo...
Mientras tanto, acá tienen el trailer.
Che... el trailer pinta groso...
ResponderEliminarme dan ganas de verla...
jajaja... no sirvio nada lo que escribiste!
hay una parte donde se torna medio gay la cuestion...
ResponderEliminarLa parte tipo sado en la que esta el dialogo... "credi di essere un huomo..." "io sono un huomo"... despues le toquetea la oreja... y parece que se arma el tole tole...
uh, no... en realidad dice "credi di essere humano..."
ResponderEliminarLastima... hubiese estado bueno
Todavía no somos TAN liberales acá en joliud. Hasta que no hagan una en la que Batman y Robin se comen la boca de una puta vez, difícil que el chancho chifle.
ResponderEliminarPero sí, hubiera estado bueno.
"McG, mientras tanto, se limpia el culo con un billete de U$S 100, y se pide una grande con tutti a La Continental, que, como todos sabemos, es un signo inequívoco de status y ausencia total de principios morales" JAJAJAJA. Morí de risa.
ResponderEliminarComo ve, este blog lo sigo hasta la muerte. Gracias, señor.